Juguete Arlterado (Otra Sucia Historia de de Amor) por Teresa Gatto



La obra de Luis Sáez dirigida por Fernando Alegre asedia un mundo posible de Roberto Arlt, con trazos que como guiños nos llevan a aquella Buenos Aires del progreso en el que el lumpenaje es el "otro?" sin la mínima piedad.

Por Teresa Gatto

 

“El dinero está en el fundamento -así como la literatura es una fuente en el inconsciente- pero también está en la superficie, o sea en la historia: crea las condiciones de las peripecias en cuanto se trata de obtenerlo o de poseerlo y se sueña con las grandes cantidades acumuladas y que podrían cambiar de dueño; en toda esa red quedaría autorizada una estructuración del tipo de las de Claude Brémond: alianza, complicidad, pacto, violación del pacto (...) Así, creo que se puede decir que hay una voluntad de apropiarse del dinero por medio del robo; más aún, tan importante es esta salida que el relato entero está armado globalmente desde el robo y entre dos robos (...)”

Noé Jitrik (1)

 

La puesta comienza con una invocación de Silvio a Rocambole. Aquel
personaje literario creado por Pierre Alexis Ponson du Terrail. Una suerte de gentilhombre y aventurero. Esa es la estampa de Silvio, una mezcla entre el folletín y la aventura, un devenir aventurero y excluido aunque sus ropajes y modales quieran significar otra cosa.

El rengo que Silvio va a visitar a su covacha desprovista de cualquier objeto que ayude a sobrevivir, tiene un sueño. Y también tiene un plan.  Un plan que podría sacarlo de la pobreza para siempre y que necesita de un socio para ser llevado a buen puerto. Y Silvio ofrece su ayuda no sin antes poner condiciones. Sabe que es la única chance de un sujeto maltrecho y enamorado que sólo desea salir de Buenos Aires y refugiarse en un lugar en el que amar su propio y humilde carpe diem, con la mujer de la que se enamoró. 

Así las cosas el doble de Astier en la obra echará mano la concreción de un plan que sólo necesita 10 grandes para ponerse en marcha.

El dinero, siempre el dinero. “Sin embargo, Jean-Joseph Goux en su espléndido ensayo The Coiners of Language (1994) establece una correlación socio-histórica opuesta entre literatura y dinero: hay una semejanza entre la estética literaria no figurativa y un tipo de circulación económica en la que el dinero se reduce a un símbolo que carece de valor per se”. (2)

Aquí no sólo el dinero es la condición de posibilidad de narrar, también el deseo y el amor.

Siguiendo este razonamiento en la obra de Sáez, dos veces Silvio dice falsificar y el Rengo replica “fabricar”. Y si pensamos en falsificar, toda obra es falsificación y copia y reescritura, una poética del simulacro que en Argentina se sostiene por la ausencia de tradición.

Pero lo interesante de este Juguete Arlterado son los trazos y huellas arlteanos que Saez deja con maestría con menciones al ingeniero, a la máquina, y por sobre todo al contrapunto que establece entre el Rengo que ya había perdido las ilusiones de ser amado y Silvio. El primero, hilarante, cómico y harto de ser en la pobreza, el segundo en cambio, creído y rocambolesco en su andar, vestir y pergeñar una doble traición.

Omar Lopardo y Horge Taiana se lucen en sus roles, sin sobreactuaciones ni posturas maniqueas

El mundo de Roberto Arlt aparece también ese humo o neblina que la ciudad industrial de la que renegaba el autor, pone en bruma casi todo y es, en esa bruma en la que el creador de Los Siete Locos, entre otros, desprecia y se atrae por el fondo que no ve, rechaza y ama. La Gran Aldea de Mansilla no existe más y esta nueva ciudad es a la vez un síntoma de melancolía y de descubrimiento doloroso y a la vez anhelado. Pero y ¿el lugar de la mujer? 

Aquí las huellas de la misoginia de Arlt aparecen como trazos finos, muy bien dispersados en 55 minutos en los que Omar Lopardo y Jorge Taiana, establecen un contrapunto notable: negra, mulata y sirvienta y traicionera, seguro Manuela está engañando al Rengo. Negra, mulata,  sirvienta y traicionera es objeto de deseo del más machista de los machistas.

Es preciso destacar que Fernado Alegre asume con cabal responsabilidad y sabiduría aquello que se va a jugar en escena. No sólo por el acierto de la puesta en escena sino por ese modo de contraponerlos todo el tiempo, hasta el postrer momento.

La cita de Noé Jitrik que sirve de epígrafe a esta crítica habla de dos robos, y es en ese punto en que el espectador debe dilucidar cuáles son y cómo se juegan a contrapuntos y alternancias en escena y que son a la postre una fantástica actuación de ambos protagonistas.

El vestuario y escenografía de Pablo Graziano son impecables toda vez que operan sobre los contrapuntos y los pocos elementos multifunción son exactamente los que la puesta necesita. El diseño de luces de Alegre compone la opacidad que necesita un tópico de lúmpenes y outsiders. Del mismo modo que la música de Manuel Pérez Vizan alterna todos los estados.

Si Roberto Arlt viviera reivindicaría a Sáez porque gracias a sus obras, el autor de Juguete Arlterado encontró su propia tradición y eso es muchísimo más de lo que muchos dramaturgos pueden desear.


(1) Jitrik Noé, Entre el dinero y el ser lecurura en el Jugiete Rabioso de Roberto Arlt en https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/entre-el-dinero-y-el-ser-lectura-de-el-juguete-rabioso-de-roberto-arlt/html/cc748c6e-c13e-4a5f-9cef-aa0fbc71c47f_3.html

(2) Ana Gallego Cuiñas en Poéticas del dinero falso en la Literatura Argentina, http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1852-96152014000200004

 
 

FICHA ARTÍSTICO/TÉCNICA

Autor: Luis Sáez

Actúan: Omar Lopardo, Jorge Taiana

Vestuario: Pablo Graziano

Escenografía: Pablo Graziano

Diseño de luces: Fernando Alegre

Música: Manuel Perez Vizan

Asistencia de dirección: Javier Moreira

Dirección: Fernando Alegre

Duración: 55 minutos

Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos

TEATRO DEL PUEBLO

Lavalle 3636 (mapa)

Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 75421752

Web: http://www.teatrodelpueblo.org.ar

Entradas desde: $ 1.000,00 - Lunes - 20:00 hs

Mi Vida Anterior, con dirección de Dennis Smith, por Teresa Gatto