MANDINGA, LA CAPILLA DEL DIABLO, de y por Guillermo Parodi

 


  • La obra que escribió y dirige Guillermo Parodi, posee una gama de recursos innumerables. No sólo la excusa del sincretismo religioso de nuestra tierra adentro sino además el maravilloso desempeño de todo el elenco que sostiene una historia sin pausas. 



Por Teresa Gatto


“Son tantas las trampas que pone la imaginación febril 

que si llegare a suponer una alegría imaginará una fuente para dicha alegría; o si en la noche temiere algún daño,

 la primera zarza le parecerá un oso.” 

William Shakespeare-  El sueño de una noche de verano


La mitología guaraní es profusa en leyendas sobre “el maligno” o seres devenidos en la encarnación del diablo, algunos con su ambigüedad como el Pombero al que no hay que hacer enojar, otros como el Lobizón o Irupé, bella tras su transformación pero repleta de espinas en su base que no dejan tocarla y que en donde se encuentran los caballos no quieren pasar.


La leyenda de la Capilla del diablo es de fines del Siglo XIX, ahí nomás de Goya en Colonia Carolina (Corrientes) se cuenta que un hombre hizo pacto con el diablo y su hija arrollada por un carro, despertó luego de que éste prometiera hacer una capilla al maligno. Y la niña despertó. 


En la puesta de Parodi, la niña está despierta y con hambre pero sigue muerta. Este movimiento del guión dispara una sin fin de acciones que, para el deleite del público, muestran a un elenco homogéneo en el que como bailarines del ballet clásico los actores se mecen sin una sola fisura.


Si la historia forma parte de la mitología basada en que la Capilla del Diablo , abandonada y saqueada existe aún, no es menos cierto que Parodi con el mejor material humano logra una puesta indecidible entre el fantástico, el realismo quebrado justamente por la intromisión de lo fantástico y aquellas creencias aún vigentes y hasta proliferantes del interior de nuestro país, al que los pueblos originarios, los sucesos extraordinarios y los ordinarios y cotidianos han invadido entrando por las fisuras subjetivas de la fetichería o la desesperación.


Los trabajos actorales son descomunales (perdón el énfasis), Lorena Szekely quién como un instrumento de bronce lleva el ritmo de los sucesos de modo magistral, toda plasticidad y energía dota a su ser del mal de una semiosis nunca acabada, siempre dando más. Desde su máscara, sus sonrisas sarcásticas y su voz de ultratumba (en esta ocasión) interactúa con los personajes, entregándoles su huesito de San La muerte con la convicción de una redención imposible.




Lucía Palacios como Dolores, la muerta, no necesita más que su rostro y las pocas palabras para expresar que está despierta y tiene hambre  y durante toda la puesta gesticula cual demonio que con sus fauces se comerá lo que sea, aunque su vestidito de encaje blanco y su figura nos haga pensar en una niña desvalida. Fantástico trabajo.


Alcibíades, el padre que hará la capilla, encuentra a un Marcelo Rodriguez (el patrón y padre de la muerta) que impone una presencia y autoridad que la historia agradece, enorme presencia y contraste, cuando desarmados ciertos presupuestos su hijo, Toribio, en un espléndido trabajo de Camilo Parodi, le confiesa que lo ha odiado siempre.




Tanto Julia Furnari, excelente en su rol de Crecencia, como Natalia Rey que encarna a su hija Magdalena, en un rol difícil (y se luce), de amor y odio por la indiferencia del patrón, porque las esperanzas hay que saber arrojarlas al Paraná cuando el tiempo transcurre como el río de Heráclito, pues las decepciones muchas veces contribuyen a tragedias, sobre todo cuando todos están condenados. Cada párrafo del texto espectacular permite el lucimiento en duelos de a dos que logran mostrarnos la calidad de estos intérpretes.




El diseño lumínico Fernando Díaz y Parodi, es un personaje más, ya que permite los claroscuros no sólo del devenir del tiempo, sino que genera efectos fantásticos en los que es posible ver a Lorena Szekely en una pared contorsionando su baile demoníaco cuando las cosas no podrían estar peores, mientras en otro espacio inverso del espacio escénico está por suceder lo peor.


Días también se encarga de simplificar una escenografía blanca y poderosa con cajones de madera que sirven a distintos momentos de la puesta.


El diseño de vestuario, es otro hallazgo a los que no tiene habituados Jorgelina Herrero Pons, no hay un sólo detalle de más, el vestuario está sano (diría Roland Barthes) y es absolutamente indicial de las posiciones sociales y de sujeción o dominio y/o poder de cada personaje.



La música en vivo a cargo de Nahuel del Valle, Camilo Parodi y Juan Pablo Martini también se fusiona sin manipular al espectador, pues está coordinada para acompañar y no adelantar sucesos.

En síntesis. Mandinga, La capilla del Diablo, es una puesta que debería continuar en cartel como sea. Por eso este aviso: hay que verla quedan 2 o 3 funciones, de las cuales una depende del calendario electoral (que debería llevarse Mandinga)

Área 623 es el lugar, el horario los domingos a las 20. hs. 

Y recuerden que “Corrientes tiene Payé”.






Ficha artístico/técnica

Dramaturgia: Guillermo Parodi

Actúan: Julia Funari, Lucía Palacios, Camilo Parodi, Natalia Rey, Marcelo Rodriguez, Lucas Soriano, Lorena Szekely 

Músicos: Nahuel Del Valle, Juan Pablo Martini, Camilo Parodi, Guillermo Parodi

Diseño de vestuario: Jorgelina Herrero Pons

Diseño de escenografía: Fernando Diaz

Diseño de luces :Fernando Diaz, Guillermo Parodi

Producción musical: Juan Pablo Martini

Realización de escenografía: Talleres Del Teatro Argentino De La Plata - Tacec

Realización de vestuario:Talleres Del Teatro Argentino De La Plata - Tacec

Diseño gráfico: Leandro Almendro

Diseño de imagen:Mariana Melinc

Entrenamiento corporal: Sofia Ballvé

Asistencia de dirección: Macarena López

Prensa: Paula Simkin

Dirección: Guillermo Parodi

Composición Musical: Juan Martini 


AREA 623 Pasco 623 (mapa) Capital Federal - Buenos Aires - Argentina Web: http://www.area623.com.ar Domingo - 20:00 hs - Hasta el 25/05/2025

MANDINGA, LA CAPILLA DEL DIABLO, de y por Guillermo Parodi